sábado, mayo 13, 2006

Nombrar la nada


Cómo preguntar a las cosas para que nos otorguen el secreto de su fundamento. Cómo preguntar para no encontrarnos con el vacío. No será tal vez que es esa su más profunda constitución, un silencio, un vacío, un abismo, una fractura. Me encuentro ante las cosas cargado de presencias, de ser. Y, sin embargo, cuanta más violencia ejerzo contra ellas, cuanto más les impongo mi propia presencia, más vacías las conozco. ¿Por qué?, pregunto a lo que me acontece, y parece que en un silencio me responden un ¿por qué no? ¿Será esta la manera originaria en la que vengo a ser con las cosas?, ¿será, precisamente, que es intrínseco a mi constitución venir a ellas en la interrogación? Tal vez el poeta haya encontrado el modo de permanecer a la escucha de ese silencio y entender algo más; entender cómo dar nombre a los dioses. ¿Cómo dice el habla de las cosas cuando son las cosas las que refieren al signo y no el contrario? Habrá que permanecer a la escucha, como lo hiciera Miguel Ángel ante la peligrosa senda de una veta en un bloque de mármol. Cantad, aedos; cantad y mostradnos cómo nombrar la nada.

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