sábado, agosto 05, 2006

La medida de los mundos

Un hombre es soñado y éste, a su vez, sueña otro hombre que sueña otro más, y éste último otro más. Y así en una sucesión tal vez eterna que no ha tenido ni principio ni fin.
Un juego de espejos continuo donde en un solo reflejo se dan todos los hombres y todos los mundos. El todo en las partes. Por eso, tal vez, el sueño sea un momento donde cabe todo el universo. Sin extensión alguna, no obstante, de una intensión infinita.
Un solo retazo del pensar, del recordar, del soñar es la medida de los mundos.

Cortadura Nocturna

Cortadura nocturna.

Ruidoso sendero de luces, amaneces.
Hierros altos sobre la bahía, brillos rojos
donde no colisionan esperanzados
aluminios; polímeros de alma rota.

Fragor de lonja, trabajos dormidos.
Las seis; no se han ido.
Gremlins de la madrugada desechan
la fruta podrida del día de mañana.

Fragor de nostalgias, rompe el intestino
dentro de camiones bajo mis ventanas.
Se funde mi sueño con amantes y gritos
de almacenero. Madrugada.

La playa, siempre lejana, permanece oscura
y líquida. Tranquilos recuerdos de años
por venir, por-venidos,
trae la marea en láminas de alquitrán, anochecida:

un salmón en Lisboa, una cabaña en Grazalema;
el gallo de Extremadura, en Burgos llanuras
de piedra.

Dios que cifra los días que han sido y serán
sobre las suelas
(de un errabundo) con vientos de cera.